
1. Delega a gente que esté preparada.
Vemos un ejemplo de esto cuando Pablo escribió a Timoteo: “Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti. 2:2).
El líder debe asegurarse de que la persona que le sigue tenga clara la importancia de delegar. El líder sabe que parte del ADN del reino de los cielos tiene que ver con enseñar a otros para que estos a su vez hagan lo mismo, pero necesita garantizar que el liderazgo sustituto sea capaz de llevar la carga; que sea lo suficientemente responsable como para terminar la carrera.
Pablo sabía que la misión era más grande que las habilidades de pocos hombres finitos. Confiaba en Dios y creía en su Palabra y obra, pero sabía que Dios usaría voces, manos, y pies humanos para extender el evangelio. Por esto le enfatiza a su pupilo: encarga a hombres fieles, es decir, dignos de confianza. Hombres que estén listos para la misión.
De igual manera, cuando tengas que delegar a otro, asegúrate que este tenga la preparación que demanda la tarea.
2. Delega sin desconectarte de la tarea.
Al final del evangelio de Mateo se nos relata:
“Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, Mateo 28:18-20.
En este pasaje, la gran comisión, vemos claramente la tarea delegada a la Iglesia: hacer discípulos de todas las tribus de la tierra. Ahora bien, notemos que el Señor no se ha desconectado de ella. Él ha dicho que estará con nosotros.
En el ejemplo de Jesús aprendemos que en el liderazgo no podemos desconectarnos de la tarea delegada. La responsabilidad final de la labor sigue siendo del líder.
En el ejemplo de Jesús aprendemos que en el liderazgo no podemos desconectarnos de la tarea delegada. La responsabilidad final de la labor sigue siendo del líder.

3. No delegues sin dar instrucciones claras.
Si delegarás una tarea, asegúrate de que las ideas y los conocimientos que transmitas sean lo suficientemente claros y precisos como para garantizar que la misma sea ejecutada en el tiempo, contexto, espacio, y con los recursos planificados para ello.
Veamos otra vez el ejemplo de Jesús. Él delegó una misión a la Iglesia. Pero su instrucción no ha sido incierta, transmitida con inseguridad o de forma dudosa. ¡No! Su mandato ha sido preciso. Además, Él ha proporcionado los recursos necesarios para llevar a cabo la misión. Nos ha dado el Espíritu Santo que empodera, capacita, y supervisa a sus siervos para la implementación de su reino en la tierra en los corazones de los pecadores salvados.
4. No delegues sin manifestar claramente tus expectativas.
Todo líder espera un desempeño excelente en la ejecución de una función delegada. Sin embargo, esa expectativa debe ser comunicada con claridad para que sea entendida por el ejecutor. Es común juzgar la labor de los demás con base en expectativas no transmitidas, o transmitidas pobremente.
El líder no puede asumir que un miembro del equipo entiende lo que se le pide y que comprende la calidad con que se espera se ejecute una tarea. El resultado de no aclarar a tu equipo las expectativas de los trabajos delegados es un equipo desmotivado, que no confía del todo en su líder. Estas cosas trascienden a todos los niveles y aspectos de la organización.
Por tanto, cuando delegues, comunica bien tus expectativas al miembro del equipo, consulta si ha comprendido lo delegado, y pídele retroalimentación.
Aprender a delegar fortalecerá tu liderazgo, ampliará tu efectividad, disminuirá tus debilidades, dividirá tu carga de trabajo, y multiplicará el impacto de tu equipo.

5. Da seguimiento a la ejecución de la tarea.
Como bien sabemos, lo que no se mide no se controla. Y lo que no se controla no se puede dirigir adecuadamente. La responsabilidad del líder no termina cuando delega la tarea, sino cuando recibe la apropiada retroalimentación y ratifica la ejecución de la misma como se esperaba. Por tanto, el seguimiento es vital.
Conclusión
Liderar es un arte y un gran desafío. Pero una tarea encomiable. Aprender a delegar fortalecerá tu liderazgo, ampliará tu efectividad, disminuirá tus debilidades, dividirá tu carga de trabajo, y multiplicará el impacto de tu equipo.
Para hacerlo de forma eficaz, debemos tener una actitud humilde y estar conscientes de que somos hechura del Señor, creados para obras que ya Él planificó de antemano para que andemos en ellas, y que esas obras son para su gloria (Ef. 2:10; 1 Co. 10:31).
El trabajo en equipo no es una opción. Para lograr los objetivos que tenemos, debemos delegar en otros que tienen los dones, la preparación, las experiencias, y los conocimientos que aportan efectivamente a las metas. Hagamos esto instruyendo al equipo apropiadamente, manifestando las expectativas que se tienen, y dando el seguimiento que amerita.
¡Que Dios nos ayude a servirle mejor!
AL DELEGAR,
• compartimos el sentido de logro
• hacemos más
• demostramos sabiduría y modestia
• capacitamos a otros
• mostramos confianza en los demás
[Recuadro de la página 30]
CÓMO DELEGAR
• Elija a personas apropiadas para cada tarea
• Explíquese y comuníquese claramente
• Especifique lo que debe realizarse
• Suministre los recursos necesarios
• Interésese por la tarea y exprese su confianza
• Esté dispuesto a asumir la responsabilidad final
[Ilustraciones de la página 31]
Delegar implica asignar una tarea y darle seguimiento